Debes entender que en ti obra la Llama ardiente de amor para tu bien y el de la Iglesia.
No dudes ser fiel a su llamado.
No desoigas la voz de un Dios suplicante y generoso.
Señor –yo le pregunté- me siento impotente ante el desamor del hombre. Les hablo de ti y no me escuchan. ¿Qué puedo yo hacer por ti? –El Señor me contestó:
“Ámame. Ámame.
Tú, ámame” –me repetía constantemente.
Señor, ¿por qué tus almas consagradas y nosotros, los seglares, no te amamos?
Ellos me conocen teológicamente, pero el espíritu está débil de amor.
¡Son tan pocos mis amigos verdaderos en quienes mi corazón reposa!
Ante el desamor del hombre, vosotros, orad y haced penitencia.
. . .
El Señor en la Sta. Misa me pidió me consagrara a Él constantemente.
Después de que mi alma sentía un dolor profundo por saber las ofensas recibidas por el Señor por unas almas consagradas que están en pecado, sintiendo un dolor y deseando con todas las fuerzas de mi ser cambiar por amor a Dios mi corazón impotente, le decía yo al Señor: así lo siento para llegar al corazón de tus elegidos.
Después de amarle con todas las fuerzas de mi alma y deseando cambiar por amor a Él, el Señor me dijo:
“Yo soy, amada mía, tu remanso.
Mi corazón tiene dolor de amor y sufre por el desamor.”
8 de junio de 1982.
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