Yo soy Jesús, el Hijo del Padre y el Hijo de María, que os digo que no llevéis cosas superfluas.
No os inquietéis ni os preocupéis de vuestro vestir y calzar. Que esta lección os sirva para toda vuestra vida.
Si no hay fe en Mí no habrá sanación.
Me gusta que el hombre suplique con oración, penitencia y fe en mi poder y omnipotencia.
El hombre ora sin fe.
Y el que pida con humildad será escuchado.
Bienaventurada pobreza que forja caudillos para el cielo y destruye la vanidad del mundo y hace sucumbir al soberbio.
¿De qué puede servir el orgullo y la vanidad si en el Infinito no será necesario más que el amor a Dios?
Haced obras vivas.
El ser pobre por Dios es ser rico para su Dios.
El mundo es miseria, oropel que fluctúa y enloquece la mente del hombre.
El ser pequeño delante de los hombres es ser grande ante la mirada de Dios.
Empobreceos por amor.
Buscad la soledad, no el ruido de este mundo pervertido y lleno de inmundicia donde su dios es la fama y la gloria.
Vosotros no seáis como los del mundo.
Predicad mi Evangelio con vuestras obras.
No os defraudaré; de eso me encargo Yo.
Necesito almas silenciosas que me glorifiquen, almas penitentes que expíen los pecados del mundo y los propios, almas deseosas de ser amadas y de amar, almas de alta contemplación y de amor virgen hacia los demás, almas orantes, almas desasosegadas por Mí.
Aunque nadie te ame, recuerda que en mi corazón, muy dentro, estás tú, y Yo te amo con amor eterno, pienso en ti, me complazco y deseo tu amor.
Bienaventurado el que no se apegue a las cosas del mundo y muera a él por amor a su Dios.
5 de mayo de 1981.
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