Yo soy tu Madre, la Inmaculada, amada de la Trinidad, y quiero repetirte estas palabras que debes guardad como un tesoro en tu corazón:
“El mundo se salvará, si el hombre ora y hace continua penitencia.
Dios es fuente de misericordia, y el perdón por vuestros pecados se os dará si vosotros clamáis ese perdón.
Suplicad con fe y esperanza el perdón de los pecados del mundo.”
Dile que no descuide el cuidado de tu sensibilidad, que es la fuente de tu bondad.
Yo me he prendado de ese fuego de amor que brota dentro de tu ser, que es como una primavera, en la cual me recreo.
Si hay gozo en ti, tu gozo es contagioso.
Si hay amor haces feliz.
Si hay tristeza pronto la olvidas.
No descuides y estudia con atención su sensibilidad.
Estaba contemplando una flor de cempasúchil que estaba junto al Santísimo. Veía su belleza, que era tanta, y daba gracias a Dios por haberla creado. El Señor me dijo:
“¿Ves esa flor? –Sí, le contesté.
Así como ella está cerca de Mí, tú debes permanecer en Mí.
Tu alma cuando se entrega a Mí y se abre para amarme es mucho más bella.”
Guadalajara, 13 de mayo de 1982.
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