Lucha en la Tentación

La lucha y el ataque del demonio es fuerza, pero no destrucción, cuando no se deja la oración. 
 
–Tuve una lucha muy fuerte con el demonio, en la cual, por momentos, me sentí destrozada, pero no vencida. Sentí un desaliento profundo y agobiante. Parecía que no tenía ni alma ni cuerpo. Yo durante la lucha hacía actos de fe y de amor, y repetía constantemente: ‘Señor mío y Dios mío: creo en Ti, espero en Ti, te amo. ¡Gracias por amarme!’ Esta jaculatoria hacía sentir fuerza en mi alma y en mi cuerpo, pero el malestar no desapareció del todo; duró largo rato, hasta que después de repetir jaculatorias y de renovar mi consagración, se retiró. 
 
Al iniciar este escrito sentí un dolor repentino en el lado derecho de mi estómago que me repercutía hasta el busto. Después escuché una voz que me decía: ‘¡Maldita!, te odio. Me has quitado almas que eran mías. Soy un demonio feroz y te venceré’. Luego comencé a invocar a la Santísima Virgen y escuchaba cómo repetía: “Odio a María. No repitas ese nombre; lo odio’; pero yo seguía rezando, hasta que desapareció. 
 
También repetía: ‘Yo os destruiré. Yo seré el vencedor. Ríndete a mí’. A medida que él hablaba yo repetía a cada instante el ofrecimiento de todo mi ser a Dios, y el demonio me gritaba: ‘Retráctate de ese ofrecimiento. Yo soy tu dios y único dueño’. Pero yo lo exorcizaba y rezaba. Después de la lucha mi alma y cuerpo quedaron tranquilos. 
 
El Señor me dijo: “Sigue luchando y siempre vencerás. Hazlo en mi nombre. 
 
–El demonio pone una resequedad terrible. El alma siente morirse. Parece que para ella no hay salvación, ni que existe Dios. Se siente abandonada. El Dios de su alma parece que se ausenta de ella. El alma vive una terrible desolación, semejanza de una muerte sin Dios. No puede valorar los misterios de Dios. No es capaz de alabarle ni de suplicarle. Los huesos parecen ser triturados. Los sentimientos no le responden. El entendimiento sufre. El alma experimenta un desasosiego que no puede expresar. Le aquejan leves dolores físicos. El abandono completo de Dios la llena de desconsuelo. Es incertidumbre. Es como alma condenada en vida: sin la presencia de Dios y puesta a disposición del demonio y su maldad. 
 
Satanás la destroza con pensamientos de toda clase; sus burlas la aniquilan. Parece ahogarse sin esperanza de la misericordia de Dios. Pero algo muy profundo la sostiene y no la hace perder la paz en medio de esta lucha atroz. Es la misericordia y providencia de Dios; pero mientras sufre este tormento, el alma queda sin fuerzas, desfallecida. Parece que ha sido puesta en un desierto árido donde la sed la asfixia. Anhela el agua que la confortará y parece que esa agua le es negada. 
 
“Te quiero sumamente pobre, como fue mi siervo y amante Francisco”. 
 
–El Señor después de la lucha contra el demonio me dijo: 
 
Gracias por confiar en Mí y por darme, a pesar de la lucha, tu amor. 
Así debe ser siempre. 
Yo estaba en ti. 
En ningún momento me aparté de ti, aunque tú experimentabas todo lo contrario. 
Yo estaré contigo y para ti. 
No temas. 
Aunque la lucha sea atroz, vencerás por el amor.” 
 
SAN FRANCISCO: 
 
“Transfórmate en el Amor, porque el Amor no es amado y necesita de amor.” 
 
 
 
4 de Octubre de 1981.  

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