Yo soy la luz de tus ojos.
Yo soy el oído que te escucha.
Yo soy tu sonreír.
Yo soy las manos que trabajan.
Yo soy tus pies que caminan.
Yo soy el ser de Dios en ti.
M.M.: ¡Cuánto contento me da veros unidos en amor y para el Amor!
Aunque tú me rechaces y no me ames, Yo te buscaré. Estoy en ti y para ti.
Yo soy la llama ardiente que vive en ti y para ti.
El amor de Dios no está en lo sensible, pero afecta a lo sensible.
La fe es permanencia en Mí.
El corazón de Dios no cambia, no es voluble como el del hombre.
Tu Dios cuando te dice algo sabe qué dice y por qué lo dice.
Mi corazón está lleno de amor por ti, en deseo de entregarse a ti.
Yo soy el Padre, el que te suplica entrega y amor.
Yo soy el Hijo redentor que, si fuera necesario nuevamente la muerte en cruz, por ti la aceptaría.
Y soy el Espíritu Santo, luz y verdad.
Soy la Trinidad.
-Le pregunté al Señor que qué significaba todo lo que acababa de decirme, y el Señor me contestó:
“Yo soy tu Dios, oculto a tu vista, pero vivo y real en tu corazón. No necesitas ver mi presencia. Sábete que estoy en ti, en tu mente, en tu voluntad, en todo tu ser”.
“Recuerda que el pecado y la imperfección es lo que hace que el hombre no descubra a su Dios.
El ser de Dios siempre es presencia en ti si estás en gracia y sigues con fidelidad mis mandatos.
Recuerda que Yo soy el que vivo en ti y para ti.”
-Nuevamente le pregunté al Señor: ¿Cómo es tu presencia en mí y esa voz oculta ante mi oído?
Es algo que cuerpo y alma se detienen para escuchar.
Es una fuerza poderosa que contrae todas las potencias y aquietan al entendimiento para que la escuche.
El alma se extasía, aunque no esté ajena a lo que le rodea. Escucha lo que pasa a su alrededor, pero sin motivo de suma importancia. Nada la inquieta ni la perturba.
Esa voz no es hablada. Es misteriosa al hombre, pero tiene un poder irresistible.
Cuerpo y alma se paralizan ante ella.
Las primeras veces el alma se extrañaba de esa presencia y sentía un temor con paz.
Era algo desconocido, pero que la confortaba y la llenaba de luz de Dios.
Era como un alimento que nunca había probado.
Interiormente se siente una experiencia que tal vez por mi poco entender y corta inteligencia temo no saber explicar.
Allá, en aquella mansión silenciosa donde supongo habita el eterno Amor, hay algo tan íntimo que parece que se oprime el corazón y va a morir.
Es una experiencia extraña. Ahí hay soledad, amor, expectativa…
La oscuridad se hace luz. El amor pobre se enciende como llama que devora, que quema sin dañar.
El alma experimenta la presencia de algo que no puede resistir. Se empequeñece y parece una niña torpe y asustadiza, pero deseosa de abrazarse sin temor alguno a Aquel que la ama y se comunica con ella.
Su miseria se hace presente, pero aquella voz misteriosa, afable y llena de misericordia, le hace experimentar profundo dolor por haber despreciado las inagotables gracias, donde del mismo Dios, y por su maldad haberse apartado tantas veces del que es perdón y misericordia.
Y aquel dolor, envuelto en esperanza, no es desaliento ni mucho menos desesperación. Por eso es que el alma se siente profundamente extasiada ante aquel Padre que en lugar de reprochar da amor.
Las más de las veces esa voz se hace escuchar con palabras amorosas, como ‘paloma mía’, ‘tortolilla mía’, ‘esposa mía’.
El alma ante aquella actitud parece volverse loca… No le cabe el gozo con su Dios. Pero no es un gozo lleno de egoísmo; es gozo sencillo, donde el alma piensa en lo que realmente es como pecadora y en lo mucho que significa para su Dios.
El alma se esfuerza en corresponder a aquel Dios amante y suplicante.
Hay ocasiones en que, ante tanta insistencia y súplica de amor, el alma se arroja con respeto y en toda su totalidad en los brazos de Aquel que está como esperando el arrojo de su amado.
Y aquello es como un quemarse interiormente. Parece en ese instante que el alma muere momentáneamente en aquellos brazos tiernos y delicados.
Hay una efusión de amores.
El amor desinteresado, grande y sublime de un Dios poderoso y eterno que parece empequeñecerse para así atraer al alma que desea.
No quiero decir con esto que Dios baje de nivel. Aquí estoy dando a entender el modo sencillo y humano que usa para que el alma pueda comprender el deseo y anhelo de su Dios.
Hay momentos en que el alma experimenta sensiblemente experiencias tan humanas que en su cuerpo de mujer se refleja el amor sensible, pero que no la atemoriza porque aquel Dios, suprema pureza, con su presencia la hace sentir más pura, a pesar de las experiencias vividas.
En aquellos momentos el despojo del alma es en toda su totalidad: se abre plenamente ante el mirar y sentir de su Amado. No hay reserva ni timidez de expresar con las palabras salidas del corazón todo su sentir para Él.
. . .
Quisiera brevemente explicar cómo el alma ante la presencia de cada una de las divinas Personas experimenta diferencia.
La presencia del Padre hace sentir al alma amor; pero es un amor de reverencia, de paz y bienestar. El alma se extasía ante su voz y se vuelve como una niña que escucha, entiende y acepta y le ama.
Cuando el Hijo habla al alma, ante su súplica y su voz llena de ternura y amor, esa ternura arrebata al alma y el alma se entrega en plenitud.
Es un desasosiego en paz y un amor que no cabe en su interior. Es como si el alma muriera exteriormente.
“Te doy el sufrimiento para que te goces en él.
No repases tus sufrimientos porque bajan de valor ante tu Dios”.
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Hay alguien que os quiere apartar y vosotros lo sabéis.
Él instruye y desasosiega mentes y ata corazones y entorpece el entender.
Él siempre está vigilante de vosotros.
No os dejéis destruir. Las armas son oración, paz, penitencia, afabilidad, soledad, benignidad, mansedumbre.
No torpezas.
No agitaciones.
No falsa voluntad.
No egoísmos.
No insuficiencias en la práctica del amor a vuestro Dios.
Deseo de ser perfectos.
Anhelo de santidad y de ser pobres de espíritu para ser ricos en la eternidad.
Amaos en Mí y uníos en perfecto amor en Dios.
Gloria y alabanzas al Dios único y supremo.
Yo os amo y en nombre de mi Padre os doy la paz y la concordia.
Vuestro espíritu será reconfortado con las inspiraciones del mismo Dios.
Dios, Trino y Uno, será vuestra luz y vuestro triunfo.
Vosotros sois ramas del árbol de la vida.
Yo os transmitiré la savia que os hará fuertes.
Yo soy la vida que os transmitiré a vosotros mi misma vida.
No imitéis a las serpientes que sólo pueden mirar a la tierra. Alzad los ojos al cielo donde mora el Padre que os crio y el cual espera gozoso vuestro retorno a Él.
Yo soy el cielo.
Yo soy el creador de la tierra.
Yo soy la atracción de la tierra.
Yo estoy en la superficie y en el interior.
Yo soy la médula de todo lo creado e increado.
El hombre pertenece a Dios y Dios al hombre.
Yo soy el encarnado del Padre y el reflejo y el poder del Espíritu Santo.
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El canto ofrecido a Mí en alabanza es un encanto que recrea el corazón amante del Dios que ama y desea amor.
22 de mayo de 1981.
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