El Amar a Dios

Sacrifícate por Mí y Yo volaré hacia ti. 
El amar es abrazarse a la cruz. 
Martha María, si tú pudieras comprender qué importante es sacarte el corazón y dárselo a tu Dios, y al mismo tiempo ponerlo al servicio de los demás. 
Para que un alma te aprecie y te agradezca el que la ames en tu Dios es necesario hacerle ver lo que a Él le desagrada con caridad y amor. 
Es decirle: ‘cambia para Dios y sácate toda tu podredumbre, porque Dios no puede habitar plenamente en un corazón mezquino, lleno de soberbia y crueldad.’ 
Para amar a Dios es necesario complacerlo en los hermanos. 
 
Amar a Dios es dar la mano al caído, es participar en el dolor del que sufre, es amar al que te agobia, es decir sí al Amado, es complacerlo en todo, es entregarse en plenitud y tener puestas todas las miradas en Él, es cambiar: de un corazón hecho piedra a ser una mariposa que extienda sus alas hacia la flor más bella, que en este caso soy Yo, es no pensar en sí misma, sino pensar en hacer el bien a los demás, es servir a los demás y sentirse la última ante todos; no es decirme: ‘toma mi corazón’, sino decirme: ‘toma mi corazón, y yo con tu ayuda y mi firmeza, amor y voluntad, lo transformaré para ti;’ es suplicar de rodillas la humildad, es ver con los ojos la belleza de cada alma y descubrir a tu Dios en ella, es querer a todos en Mí, es seguir las huellas del Cordero inmaculado; es sonreír al mal tiempo, porque es voluntad de Dios, es sufrir la inclemencia de todo por amor, es alzar la mirada al cielo y redescubrir en su hermosura la verdadera Hermosura, a Aquel que es la anchura y la profundidad, a Aquel que es la latitud, a Aquel que es la longitud, a Aquel que es la hermosura increada; es no detener la mirada en pequeñeces, es alzar vuestro vuelo hacia lo alto, es simplificar vuestra vida en anhelos de perfección, es clarificar vuestra mente, es desear la sencillez, es florecer para Mí; es ayunar en penitencia, pero que vuestro ayuno sea de preferencia interior; es formular ante tu Dios todas tus flaquezas y debilidades, es abstenerte de mirar lo que no debes por amor, es renunciar día a día a tu beneplácito, es desear el sufrimiento para asemejarte más a tu Amado, es querer vivir crucificada con Él, es cumplir en todo sus mandatos y preceptos; es abandonarte completamente a Él, es comunicarte en esa soledad sonora con el Amado, es descubrir su sonreír y mirar sus ojos llenos de amor, es extenderte en cruz para abrazarte a Él; es decir al mundo: mirad al Amado que os ama; amadle; ‘cambiad vuestro modo de vivir, y pensad con seriedad que la vida en un momento se escapa, y vosotros tendréis que ser juzgados por aquel juez que es todo rectitud. 
 
Contemplad que en Dios está la fortaleza y la sabiduría. 
Descubrid a Dios en todo. 
Vivid cada instante en Él, con Él y para Él. 
Caminad por el sendero estrecho que os llevará a la gloria eterna. 
 
No disculpas, porque el infierno está lleno de los que siempre disculpaban su obrar. 
No desead la gloria de este mundo, que es efímera. 
Vivid sin nada, en desnudez de vuestras complacencias, para que podáis obtener la gloria del Padre. 
Socorred al pobre. 
Hablad ante todos con vuestro comportamiento. 
 
Decid al sol: ‘mira que tu Dios te ha creado para mí, y tú, con tu luz, eres tan poco cerca de Él’. 
Dominad al mundo en el desprecio y la oscuridad; es decir, sed desconocidos por amor, para que seáis reconocidos por mi Padre. 
Dad luz en la oscuridad con la luz del Evangelio. 
Sed lumbreras que alumbren con la sencillez y la humildad. 
 
¡Ay de aquel que no se humilla!: será eternamente condenado y rechazado por el Dios que fue humildad. 
Ser despreciados es ser glorificados en vida. 
Buscar la humillación por amor será alcanzar en poco tiempo la cima del amor, donde habita el eterno Amor. 
Vivid en el mundo sin ser del mundo. 
Valorad vuestro existir. 
Caminad con firmeza hacia el Padre, para que al culminar vuestra existencia podáis cantar con el salmista: ‘Señor, pequé, pero mi pecado fue perdonado, porque Tú me diste de tu humildad’, y decir con el Apóstol en cada caída: ‘Todo lo podré, porque Tú me confortas y Tú me ayudas, y eres mi alegría y mi eterna felicidad’. 
¡Ay de vosotros, necios, que buscáis ser complacidos y no complacer! 
Bienaventurado aquel que se humille, porque de él será el reino del Padre. 
 
Sed transparentes como la luz. 
Mortificad vuestros sentidos. 
Sed perfectos como lo es vuestro Padre que está en el cielo. 
Amad la mortificación. 
Buscad la soledad para hablar a vuestro Dios. 
Calmad la sed de amor que tiene vuestro Dios. 
Participad a todos vuestro gozo en Dios. 
Sed fieles a Mí y Yo permaneceré en vosotros. 
 
Alabanza a Dios Padre, amor a Cristo Jesús, hijo del Padre, y gloria al Espíritu, unión del Padre y del Hijo. 
 
 
5 de marzo de 1981.

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