Te saludo con amor, pues mi corazón está lleno de amor.
Dulcifica tu carácter, hija mía, pues el alma para decir que su vida espiritual está en evolución necesita comenzar destruyendo en sí lo que molesta y causa dolor al hermano por parte de ella.
Pues el agua viva que ella bebe constantemente, cuando a Mí me recibe sacramentalmente, es amor, y por ti debe de correr esa agua.
Que tu vivir sea manantial de ese mar de vida y amor que soy Yo.
Conquista almas para Mí.
Tengo sed de almas que vivan según mi Evangelio.
Pacifica tus deseos, y que tu espíritu se enriquezca con tesoros espirituales que vayan cristalizando tu espíritu.
El que me ama a Mí debe amar al hermano con todos sus defectos.
Consúmete en amor, pues el amor que tú tengas a tu hermano será la perfecta oblación.
Disminuye tu incredulidad y sé más dócil al llamado que Yo, tu Dios, te hago para que tú seas vaso de elección que llegue a derramar sólo amor.
Tu carácter debe ser pacífico.
Tu vivir sea en esperanza e vivir en fe el amor, y siempre que tu espíritu flaquee recuerda que en ti vive el que es amor y el que amó tanto al hombre que murió amando y perdonando.
El carácter según el corazón de tu Dios, que es panal de miel, debe ser caritativo; que consuele a su hermano; que le haga sentir que Dios es amor.
No es de mi agrado aquella alma que no se venza por amor y que deje traslucir sus enojos, pues ahí esa alma está complaciendo sus impulsos, y, en lugar de encadenar su propio yo, hace que Dios desaparezca.
El alma debe orar en humildad y doblegar su carne.
Tu rostro debe manifestar luz, pues Yo, que estoy en ti, estoy dando luz de mi luz a tu alma y a todo tu ser.
Si vives en Mí en verdad, nunca quieras sobreponerte a Mí, pues estarás en error, y, en lugar de aventajar, engañosamente caminarás hacia el camino equivocado.
Que ni en tu mirar siquiera ofendas a mis hermanos, menos en tu hablar, pues la caridad vivida es lo que hace ser santas a mis almas elegidas, y con tus obras harías sufrir este corazón que te ama y vive en tu vivir.
Yo soy un corazón lleno de dolor.
Ayúdame, amada. Toma un poco de mi hiel que el hombre ha puesto en mis labios, en lugar de besarlos con amor y veneración.
De mi boca sólo manaron verdades eternas que os conducirán al Reino de mi Padre.
Bienaventurado aquel que, venciendo su carácter, lo dulcifique por amor a aquel Dios que os dijo: ‘Bienaventurado el que venga a Mí, pues nosotros moraremos en él’.
Vive siendo constante alabanza de Dios.
Y ser alabanza es decir al Amado: ‘mírame, Señor, que perezco, pero Tú eres vida; y porque muere mi alma con tanta flaqueza, quiero y te pido vivir’.
17 de octubre de 1982.
Comparte esta publicación:
Copyright © Todos los Derechos Reservados.
Se puede compartir e imprimir para fines apostólicos.
El material en esta página web irá aumentando.