-Refiriéndose a una persona que tiene revelaciones y que es considerada por algunos como ‘santa,’ el Señor dijo:
No todo lo que brilla es oro.
La santidad no consiste en éxtasis ni en tener revelaciones, ni en obras extraordinarias.
Recuerda que en toda obra de Dios los frutos no se hacen esperar, y por los frutos los reconoceréis.
La oración es incompleta si el fruto obtenido no hace cambios en el alma y si esa alma no manifiesta solicitud en el amor sincero e íntegro al hermano.
La oración inmadura deja obras inmaduras.
El alma de perfecta oración desea servir a los demás y no ser servida; ser ignorada; es celosa de las cosas de su Dios; es cautelosa en revelar los dones que el mismo Dios le ha dado, por el deseo de humildad y de ser ignorada que ella desea, para asemejarse a su Maestro y Dios; es mortificada; es sencilla; es prudente; es silenciosa en Dios. Purificarse es su más grande deseo. La cruz es para ella su deseo primordial, ya que un santo no puede ser santo si no muere atado a una cruz.
Cuando el alma busca la oración por el deseo de ser alabada y ser complacida por su Dios, está tristemente equivocada.
Cuando un falso celo se manifiesta, es evidente que el mismo demonio la engaña en hacer creer que es comunicación en Dios.
Recuerda que si hay almas que se eleven en lo alto, pero las obras que manifiestan no son luz y amor, ahí no está Dios comunicándose. El alma está engañada por aquel que es mentira.
Si aquella alma aparenta silencio en Dios y no hace ruido ante sus hermanos de aquel Dios que vive en ella y se comunica de un modo especial a su alma, no puede estar en la verdad.
La verdad es revelación auténtica; es deseo de perfeccionarse primeramente ella, y con su ejemplo y oración ayudar a perfeccionar a los demás en Dios.
Cuando el alma está alimentada de la auténtica oración, se pide a ella misma renuncia total de todas y cada una de sus imperfecciones; pero nunca es posesiva, ni exige a su hermano lo que ella no se exige a sí misma.
Desea ser desapercibida y ser olvidada.
Los desprecios los hacen feliz y su mayor gozo es morir al mundo para vivir en Dios.
La verdad se manifiesta siempre con verdad, basada en la revelación de la verdad de Dios de la doctrina evangélica de la Iglesia, fundada por su Maestro que enseñó la verdad con su entrega hasta el martirio por la redención del hombre.
Yo fui el Dios amante de la verdad y confiado en el sumo poder de Aquel que me envió para ser inmolado, para que el hombre no muriera, sino viviera en Mí.
El alma que muera a sus propios deseos comienza a vivir en Mí.
El alma orante se olvida de sí misma para darse a los demás.
El alma orante valora con amplitud los dones de sus hermanos y busca ser cada día mejor en la presencia de Aquel de quien ella sabe es amada.
Ser virtuosa es señal de perfecta oración.
Toda revelación venida de Dios sólo desea el bienestar del hombre y suplica amor, bondad, entrega, sin el mínimo deseo de obligar a sus creaturas a la sumisión de seguir sus deseos, pero sí con el deseo de que su amor sea bien recibido.
Esto debe suscitar en el hombre el deseo de mayor perfección, unido con la paz que Dios da.
Pero Yo soy un Dios que da libertad al hombre, pero que está suplicando e insistiendo en que se lleve a cabo el plan de Dios hasta el final de este mundo, y en que la voluntad de Aquel que hizo el cielo y la tierra y todo lo creado sea siempre cumplida.
Yo pido y el hombre por sí mismo decide si quiere darme su amor y entrega.
8 de julio de 1981.
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