Dirección Espiritual

¿Por qué piden costumbres nuevas, si la forma para guiar al alma hacia Mí es siempre igual? 
Las almas sienten por inspiración divina cuando requieren aventajar en la vida espiritual y buscan ser dirigidas. 
Sienten en sí un celo profundo por Dios. 
 
Ha habido en el vivir del hombre cambios, pero al esencia para la vida en Dios es la misma; nada más ha tomado diferentes matices, debido al cambio en el vivir. 
Pero el alma, para llegar a la esencia del amor a Dios necesita un director que me ame, un director que me conozca, un director que tenga profundo celo por las almas, y un director que tome a esas almas como perlas preciosas que, aún siendo preciosas, tiene que pulirse. 
 
El director deberá, al tomar un sus manos un alma, suplicar con humildad al Espíritu de Dios luz, paciencia, amor y celo por el Reino de Dios. 
No porque vuestro tiempo sea diferente a la de la Santa (Santa Teresa de Jesús), debéis de dejaros engañar en la no necesidad de dirección; pues Yo, el Hijo de Dios, era dirigido por su Espíritu. 
Por lo tanto, todo ser creado deberá –si quiere caminar en la perfección- tomar como director a aquel que le lleve hacia Dios, no en su propio entender o capricho, sino sabiendo que el ser dirigido le llevará tiempo, sumisión y purificación. 
 
Y si pensáis que no sois comprendidos, entended bien lo que es incomprensión y lo que puede ser un capricho personal. 
 
El dirigido sométase bajo virtud a lo que su director le indique, y no vea en él al hombre, sino al amigo y padre que, en nombre de Dios, le llevará al Dios del amor, al Dios que le ha buscado y siempre le ha amado. 
El dirigido vaya en humildad y con sello de sumisión a esa dirección. 
No busque el placer, sino el hacer: el hacer la voluntad del director y no el placer de sus deseos. 
 
El director vea con celo y profundidad el deseo y aprovechamiento del alma. 
Tómela en sus manos y suavice lo áspero. 
 
Sienta el mismo director la responsabilidad que tiene ante su Dios del camino a seguir. 
Busque el director la verdad y no hable sin pensar; y diga, no su decir, sino el sentir de su Dios. 
Básese en el Evangelio, que es vida para el alma. 
Sujete al alma en la Llama de amor viva. 
Cautívela con la palabra de Dios, para que el alma sienta deseo de Dios con su palabra. 
Sea humilde servidor, no juez. 
Sea misericordioso. 
Sea santo, porque sin santidad no puede el director pedir y enseñar el camino a la santidad al alma dirigida. 
 
¿Qué puede enseñar si su espíritu no tiene qué enseñar? 
¿Qué puede transmitir de Dios, si su Dios en él está olvidado? 
¿Qué puede hablar de caridad, si apenas la practica? 
¿Qué puede hablar de fe, si en él está muerta esa fe? 
¿Qué puede decir sobre ‘vive de esperanza’, si para él no existe? 
¿Qué puede decir al alma sobre ‘ama’, si en él está apagado el amor? 
¿Qué puede decir del camino de oración, si él ora sin sentir deseo, y menos aún sin vivir de ese deseo? 
¿Qué puede hablarle al alma de camino de perfección, si en él todo es imperfecto? 
¿Cómo llevará un ciego por el estrecho camino hacia el cielo a otro ciego? 
¿Qué puede ver aquel que vive en su luz y no ha penetrado por el amor y la oración en la luz de su Dios? 
Pues es evidente que si no tiene, no podrá dar de lo que no tiene. 
 
El director viva la fe, practique la caridad, y en él sea siempre practicada la esperanza. 
La oración unitiva debe de ser su deseo. 
La vida de piedad es el inicio en el amor. 
El despojo del yo en él debe de ser el cimiento en el perfecto amor. 
 
Debe de ser amante del Padre en su Hijo y en su Santo Espíritu. 
Debe de amar a María, pedir a María y hablar de María lo que María fue. 
El modelo de él debe de ser su Dios. 
El anhelo de él debe de ser la santidad en Dios. 
 
Si es sabio que sea para gloria de Dios. 
Si no lo es, ame mucho a su Dios, y será un director según mi corazón. 
 
Siempre es benéfica la dirección del alma; y necesario es para el director una luz intensa en Dios, pues si no está en Dios corre el riesgo de llevar al alma a la desolación y a la tristeza, y la envolverá en tinieblas, pudiendo ser esa alma gran mística y santa para Dios. 
 
El director sea amante de buena lectura. 
Sea reverente ante su Dios. 
Sea obediente a su superior. 
Sea transparencia viva de Dios: todo él en Dios y Dios en él glorificado. 
Y las almas deben de ser con él reflejos vivos de santidad en Dios. 
 
El director sepa escuchar con amor y caridad, y tenga a bien saber el sentir y actuar del alma dirigida. 
Viva una vida en Dios. 
Sea santo por Dios. 
Sea un alma recogida y no disipada; un alma dinámica en mi Iglesia; un alma deseosa de Eucaristía, pues ahí tendrá para él libro abierto en mi corazón. 
Practique también él el amor para su Dios, y por Dios a las almas. 
Consagre esas almas a la Trinidad de amor y haga penitencia para llevarlas a Dios. 
Vea siempre en ellas un regalo de Dios en sus manos, y embellezca ese regalo, para enviárselo a Dios. 
 
Busque en el libro de la Sabiduría los consejos para el alma. 
Y si el alma es fogosa en el amor, llévela al Cantar de los Cantares. 
Y si es mística, llévela a la riqueza del espíritu que dejó Pablo a mi Iglesia. 
Y si ya tiene todo esto, céntrela en el Evangelio que Yo, por vuestro amor, os dejé. 
Y si ya está en la unión, después de haber pasado por las vías por las que pasa el alma en las diferentes etapas de la vida espiritual, transpórtela por el verdadero amor a la vida unitiva y perfecta en el amor. 
 
Guíela con prudencia y celo. 
Y el director busque caminar siempre en Dios. 
 
La sensibilidad bien dirigida hace de las almas, santas para Dios. 
El amor bien encauzado hace de las almas, lumbreras de Dios. 
La humildad bien practicada forja santos grandes para el Reino de Dios. 
 
A las almas deseosas de oración, diríjales el director sabiamente en la perfecta oración. 
No oración sensible, sino oración en actitud de amor y oblación. 
La lectura será luz en esas almas. 
La penitencia con prudencia atará las cadenas de la concupiscencia. 
Y la docilidad del alma hará que esa alma sea un lirio para el altar de Dios. 
La pureza le dará belleza sobrenatural. 
Practíquela el director, para que el alma, al verle a él, la desee; y al igual practíquela el alma para su director. 
 
Los dos, director y dirigido, busquen afanosos el Reino de Dios por mutuo amor en caridad y sumisión. 
 
El verdadero amor no es egoísta, no desprecia, ni tampoco ve virtud donde no la hay. 
 
El alma en ese camino iluminativo debe de ser entregada al Amor, deseosa de vivir en el Amor y transformada por amor, se encontrará de pronto en los brazos de su Amor. 
 
Tened cuidado, directores míos. Al encauzar un alma, no equivoquéis el camino. 
 
Si el alma es caprichosa, detenedla en su caminar y centradla en la caridad. 
Si el alma es deseosa de sexualidad, habladle de lo bello de ser puro y dejadle como enseñanza el ver en mi Evangelio lo que le espera en mi Reino a aquella alma pura por Dios. 
Si se inclina a la desobediencia, ponedla a los pies del Calvario, para que ahí aprenda a obedecer por amor. 
Si el alma es soberbia, habladle de vuestro Dios que fue pobre y humilde por amor, y citadle aquel pasaje donde Yo, el Dios del amor, me negué a contestar a un soberbio, y decidle que de los humildes es el Reino de Dios. 
Si el alma es hablantina y desasosegada, dadle a saborear lo bello que es ser silenciosa por Dios, y encauzadla a la soledad donde habla el Dios del amor. 
Si el alma es disipada, ponedla a trabajar en la oración y entretenedla en la lectura de alto útil y beneficioso para su alma. 
 
Hay amas equivocadamente celosas de Dios. 
A esas almas educadlas: no vaya a haber en ellas un desliz que las aparte de la verdad por su celo. 
A las almas tibias enfervorizadlas dándoles normas de piedad y exhortándolas a que sobre todo se alimenten del Pan de vida. 
A las almas atormentadas, decidles de mi misericordia y citadles el sermón de la montaña, donde hablé de amor y misericordia. 
A las almas que han sido siempre instrumentos en manos de mi enemigo y el vuestro, y que en su caminar sólo maldad y pecado han cometido, ponedlas en aquellas parábolas del sembrador y del encuentro del padre con su hijo al retorno a la casa paterna. 
 
A mis sacerdotes y consagrados que ya conocen lo que es gustar del néctar de mi amor que da vida a sus vidas y que saben que en ellos sólo es necesario amar, y que, aún conociendo mi mucho amor, desprecian y pisotean mi amor, llevadles al Evangelio y decidles: 
 
“De los pobres es el Reino de Dios.” 
“De los que tienen caridad, su Dios se acordará de ellos en la gloria de su Padre.” 
“Los despojados serán templos vivos de Dios.” 
“A los tibios los vomitará Dios.” 
“A los irreverentes su Dios los confundirá y los despreciará en su gloria.” 
“Y a aquellos sacrílegos su Dios les dirá: Apartaos, pues en mi Reino sólo entrarán los que hayan practicado el amor al hermano y el amor para Dios” 
“A aquellas almas consagradas cuyo vivir sea rutina, Yo, su Dios, las veré con tristeza en aquel supremo día, pues, habiendo podido ser alabanzas de Dios, fueron tan pobres ante Dios.” 
 
A los sabios sin Mí, Yo, la sabiduría, los confundiré. 
Y a aquellos que vivan despojados, en fe y en esperanza, y que hayan practicado la caridad y siempre buscado el Reino de Dios, Yo, su Dios saldré a su encuentro y de la mano los pondré en la diestra de mi Padre. 
 
Todo esto sea por amor al Amor. 
No lo olvidéis: todo acto sería inútil sin amor. 
 
Lo primero que debe de hacer el director es despertar en ella el deseo de Dios por la oración, pues la oración es la vía más segura para relacionarse con su Dios. 
 
No oración de beneplácito. 
No oración de sensiblerías. 
No oración que parezca serlo, y sea soberbia y complacencia para ella. 
 
Oración de entrega. 
Oración de despojo. 
Oración de deseo de Dios. 
Oración para ser alabanza de Dios. 
Oración que será unión y transformación para su alma en Dios. 
Oración que será unión en el Amor, centrada siempre el alma en Dios, y deseosa de ser purificada en su sentir y en su vivir, y reprimida en sus propios apetitos, para que ya, viviendo en Dios, se dé toda a su Dios por amor y con amor. 
 
No os vayáis a confundir en sólo mirar con vuestro mirar, pues hay almas que todo lo pueden captar. 
 
Y el Evangelio será útil para toda alma que desee vivir para la verdad. 
Yo soy la verdad, y sólo en la verdad deberá de vivir el alma para identificarse por la verdad en el Dios verdad. 
Porque sería equivocado de vuestra parte que nunca pusierais a mis almas en la lectura de mi Evangelio. 
Ahí toda alma encontrará identificación y luz para ser gloria de Dios. 
 
Lo dicho antes es para que el alma purifique sus sentidos y vea en la sabiduría de Dios la verdad buscada. 
 
No os limitéis. 
Ved siempre con celo santo lo que vais a hacer con esa alma, pues Yo, en el día del juicio, os tomaré detalladamente cuenta de cada alma que os acerco a vosotros. 
 
El director viva siempre haciendo la voluntad de su Dios, amando al Dios que le crió por amor, al Dios que vino a la tierra a dar amor, y al Dios fuego de amor. 
 
 
5 de octubre de 1982. 

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